He encontrado muchas respuestas que siempre busqué sobre quiénes somos, por qué estamos aquí, por qué suceden las cosas y para qué necesitamos crecer o evolucionar. Estas respuestas revelan una verdad fundamental: somos energía. No somos solo personas o seres humanos; somos almas en este mundo, con un cuerpo físico que nos permite experimentar un tiempo en este plano terrenal, lo que llamamos vida.

El Viaje del Alma

La vida que vamos a vivir es decidida por nosotros mismos antes de nacer. Elegimos dónde, cuándo y de quién naceremos, y también cómo y cuándo dejaremos este mundo. Aunque no recordamos conscientemente esa elección, todo resuena con ella en nuestro campo energético. Desde el momento de nuestra llegada, estamos conectados con el mundo físico, con los seres que habitan en él, y con los astros de nuestro sistema solar. Nada es casualidad; el universo es perfecto en su funcionamiento y expansión, tal como lo somos nosotros a su semejanza.

La Energía del Universo en Nuestro Ser

Si observamos nuestro cuerpo, podemos ver patrones que reflejan el sistema solar. Nuestros ojos, huellas digitales, lunares e incluso nuestros órganos coexisten en una perfecta simbiosis, similar a cómo los planetas giran en torno a un sol o conciencia superior. El sol, fuente de energía, es vital para nuestra existencia. A través de los alimentos, absorbemos esa energía, que es esencial para nuestra vida.

Cada ser humano es único, incluso aquellos que comparten el mismo código genético o nacen el mismo día. Esta singularidad se refleja en cómo decidimos experimentar la vida. Tal como una piedra arrojada a un lago crea ondas que se expanden desde el centro hacia afuera, nosotros también nos expandimos desde nuestro núcleo, nuestra alma, hacia el mundo exterior.

El Ego y la Desconexión

Vivir desde nuestro núcleo nos permite utilizar las herramientas necesarias para crecer y encontrar respuestas dentro de nosotros mismos. Sin embargo, algunos eligen vivir de afuera hacia adentro, desconectados de su conciencia. Estas personas buscan validación externa, viven en función del «qué dirán» y basan su existencia en el ego. El egoísmo, aunque a menudo inconsciente, no permite la expansión desde el núcleo ni la entrega de amor genuino; en cambio, busca absorber amor de los demás.

El egoísmo surge cuando nos desconectamos de nuestra esencia. Nadie nace desconectado; los bebés son los seres humanos más conscientes y alineados con los patrones naturales. Sin embargo, a medida que crecemos, somos influenciados por nuestras experiencias, las elecciones de nuestros padres y el entorno. La «alimentación» no es solo comida; es todo lo que absorbemos en forma de energía o vibración, incluyendo música, relaciones personales, y otros estímulos.

La Influencia de Nuestro Entorno

La calidad de lo que consumimos afecta directamente nuestra energía. Un alimento vivo y en expansión, como una zanahoria, nutre no solo nuestro cuerpo sino también nuestra vibración energética. En cambio, alimentos procesados o de baja vibración pueden afectar negativamente nuestra energía, perpetuando un ciclo de desequilibrio.

El agua, que debería ser una fuente pura de energía, hoy en día está contaminada con sustancias como el flúor, que bloquean el buen funcionamiento de nuestros órganos. De igual manera, la educación, muchas veces influenciada por intereses externos, y los medios de comunicación, cargados de estímulos de baja vibración, moldean nuestra percepción y sistema de creencias.

El Camino Hacia la Felicidad Verdadera

Vivir en desconexión con nuestra esencia cansa, desanima y eventualmente, enferma. Todas las enfermedades tienen un componente físico, pero su origen es energético. Nos cansamos de buscar la felicidad en el exterior, creyendo que el éxito material nos llenará, cuando en realidad, la verdadera felicidad surge desde nuestro interior, desde nuestro núcleo.

Cuando sentimos amor dentro de nosotros y lo compartimos, creamos una resonancia positiva que sintoniza con los demás. Esta capacidad de conexión energética es algo innato, y es más fuerte en los niños, quienes están menos «intoxicados» por las influencias externas.

La Fuente Universal

Todos venimos de una misma fuente, lo que algunos llaman Dios, la conciencia universal, o el origen del Big Bang. Esta fuente es poderosa y energética, y cada uno de nosotros lleva una parte de ella en nuestro ADN. Al ser conscientes de esta conexión, nos damos cuenta de nuestro propio poder. No necesitamos una batería externa para vivir; somos seres de energía, capaces de compartir esa energía con otros.

Una de las prácticas que nos permite compartir esta energía es el Reiki, una medicina alternativa que funciona como un «reseteo energético». A través de las manos, se transmite energía que ayuda a equilibrar nuestro cuerpo, liberando bloqueos y restaurando el flujo natural de la energía.

Rendirse al todo es fundamental para sentirlo

Entender que todo es energía nos permite ver la vida desde una perspectiva diferente. Somos parte de un universo perfecto, conectados a una fuente poderosa que nos guía y nos nutre. Al vivir desde nuestro núcleo, en sintonía con nuestra verdadera esencia, podemos expandirnos, compartir amor y alcanzar un estado de paz y equilibrio. La clave está en recordar siempre quiénes somos y de dónde venimos: somos energía.